Publicidad

 

UC - Críticas

País: España.

Año: 2014.

Duración: 105 min.

Género: Thriller.

 

Dirección: Alberto Rodríguez.

Guion: Rafael Cobos y Alberto Rodríguez.

Producción: Mercedes Gamero, José Antonio Félez, Mikel Lejarza, José Sánchez Montes y Mercedes Cantero.

Música: Julio de la Rosa.

Fotografía: Alex Catalán.

Montaje: José M.G. Moyano.

Vestuario: Fernando García.

Distribuidora: Warner Bros. Pictures International España.

 

Estreno en España: 26 Septiembre 2014.

Interpretación: Raúl Arévalo (Pedro), Javier Gutiérrez (Juan), Antonio de la Torre (Rodrigo), Nerea Barros (Rocío), Jesús Castro (Quini), Salva Reina (Jesús), Manolo Solo (periodista), Jesús Carroza.

 

EL ÉXITO DE LA AMERICANIZACIÓN DEL PRODUCTO


Convertida ipsofacto en una de las películas más respetadas del 2014 en España, ‘La isla mínima’ se ha establecido como verdadero objeto de estudio gracias al respaldo del público y el aval de la crítica. Sin contar nada nuevo y con un largo decálogo de referencias al thriller tanto internacional (‘Seven’, ‘Fargo’, ‘Medianoche en el jardín del bien y del mal’, etc…) como nacional (‘El crimen de Cuenca’, ‘El séptimo día’, etc…), Alberto Rodríguez consigue dotar a esta crónica de sucesos de una fuerza y vitalidad propia. Éste es el verdadero secreto de ‘La isla mínima’ y que aquí hemos titulado, quizá con demasiada ligereza, como “el éxito de la americanización del producto”, pero que responde a la insoslayable idolatría que impregna el cine yankee a este tipo de películas que se atreve a sumergirse en la depravación humana y que aquí no es tan habitual, al menos desde un punto de vista estético.




SINOPSIS: Pedro y Juan (Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez) son dos detectives de homicidios que, en 1980, llegan hasta un desalmado pueblo en mitad de la zona fanganosa de Doñana donde se ha cometido el doble asesinato de unas adolescentes. Cada uno con unos métodos poco ortodoxos y arrastrando sus propios fantasmas del pasado irán desenterrando una oscura trama en la que los intereses políticos y los prejuicios familiares y culturales de ese extraño ecosistema tendrán un papel determinante.

 


 

Convertir el Parque de Doñana en una suerte de Nueva Orleans fanganosa, la superchería gitana en un símil de vudú de puerto de agua dulce, y la prostitución del bar de carretera en algo sórdido y punible no es tarea fácil. Y el percentil estético que pone en práctica un Alberto Rodríguez en estado de gracia para conseguirlo no es baladí. El resultado, como buen cineasta, es que el todo sea más grande que la suma de las partes, guante mediante de la subrayada fotografía de Alex Catalán.



De este modo, y si autopsiaramos la película como si fuéramos Pilar Miró en Cuenca nos patinarían un poco esas salidas en la cuneta de su guión, como el del poderoso personaje de Antonio de la Torre, los remarcadísimos trastornos obsesivos compulsivos de unos imposibles pero soberbios Arévalo y Gutiérrez, las tramas de corrupción amenazantes y, sobre todo, esas calculadas reminiscencias a la sangrante transición española. Pero no, resulta que el todo es más grande que las partes y la historia le funciona igual a aquel que se imagina a Matthew MacConaughey y Woody Harrelson, como al que defiende a capa y espada a los grandes españolitos. Porque eso es lo de menos. Sí, quizá titular “la americanización del producto” no sea del todo correcto ya que cuando el cine trata temas universales, es sencillamente grandioso.

 



UC (Manu Cabrera).

TRAILER